Que yo me entretenía en contarle a los modernos, dos puntos
Es oficial que mi tiempo lo desaprovecho a mansalva; sentencia.
Me pesaba tanto el reloj que lo guardé en un cajón, junto con mi conciencia, y mis aspiraciones literarias, mi longeva carrera artistal murió a ritmo de frustraciones y tango; déjame pasar las horas bailando a ritmo de nada con nadie.
Esta maldita manía que tengo que de ser yo a cada instante me acabará matando.
Trenzo mi cobardía con la desidia y una verdad obtusa, la de mi crisis perpetua, los cuarenta llegan y en el meridiano de mi existencia tengo pocos logros, mermas letras, menguas, sigo viendo pasar las horas, se derraman y funden con el sudor del eterno veroño malagueño.
El viernes pasado, mientras aspiraba quemar tiempo y mis dos kilos de más, tuve un momento milagro, me topé en el centro con un autor con mayúsculas, Ricardo Menéndez Salmón, dueño de libros con garra, y de un cerebro privilegiado, un erudito, pero también un ingenuo, me preguntó qué podía ver de Málaga, para aprovechar sus horas, me ofrecí a enseñarle la ciudad, le ofrecí mi mañana, la soledad hizo el resto.
La Sole que es tan traicionera se fue y vino la compañía de dos extraños, las preguntas y explicaciones que nadie pedía, que allí se quedarían, y yo me entretenía, bajo los rayos de Lorenzo, luego compartimos copas, seguí apurando el aire que me entraba, en forma de sacar partido a esa materia gris encontrada, no pude controlar la loca que llevo dentro, no supe guardar un minuto de silencio, no sé cuantas hadas murieron aquel día, pero murieron; no sé cuantos ángeles se quedaron esperando su turno, sólo, de solamente sé, que le puse la cabeza como un bombo, aquello fue un pin pan, pin pan, del cencerro al bombo y del bombo al cencerro.
Admito que la vergüenza tocaba mi puerta constantemente, pero no la dejé pasar, y ese hombre, tan cultivado y moderno, debió volver al hotel con ansia de soledad, qué tengo yo qué contar a su minutero? Nada.
Todo por culpita de la dispersión, instaurada hace tres años, vino para quedarse, sin permiso, y mi falta de voluntad hizo el resto, no hay víctima sin verdugo.
Algún día una fuerte pedrada me aturdirá y dejará sin habla, mientras, de mientras, seguiré ejerciendo mi maternidad, en esto soy una verdadera profesional y ruego paguita, los niños me han salido estupendos. Y cuando llegue la esperada pedrada espero que me deje sin habla, espero aprender a escuchar, a callar, a invertir mi tiempo, a labrarme un futuro, a encontrar un trabajo, y mientras, de mientras, espero, y el que espera, desespera.
Ma, me, mi, mo, mu.
Lucía Morales.
Triste que lo importante pase a un segundo plano y lo secundario se convierta en lo verdaderamente importante. O no.
ResponderEliminarno te entiendo Ber, a qué te refieres?
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