viernes, 29 de septiembre de 2017

El martirio de la memoria. Dp 118




Siempre fui mala, siempre tuve una lengua afilada a reventar, pero ese siempre parece que se esfuma, ahora callo más, ahora el afilador empezó su cuenta atrás.

Cuando comencé el libro de El Martirio del obeso no me hizo gracia, y lo continué por corto, y por ser reketecotilla. Intentaré explicarlo sin ofender a nadie.

Tengo poca empatía por los obesos, evidente, siento incluso cierta envidia por suponerlos bonachones y tranquilos, y ahora, hoy, me siento estúpida. Al leer este libro, escrito en primera persona por uno de ellos, me he dado cuenta de lo inhumana que puedo llegar a ser, lo que sufren las personas diferentes; a veces es tremendo, y en este caso, en el del protagonista, es mayor el dolor, se enamora absolutamente, si, absolutamente, el amor tiene que ir siempre en términos absolutos, de una mujer preciosa y delgada, de un imposible, el señor obeso está más de ciento treinta páginas haciéndonos partícipes del dolor de pesar más de cien kilos, del dolor de ser continuamente juzgado, del dolor de no poder cambiar algo que odias de ti, del tremendo dolor que causa que eso que te identifica sea lo que te separa del ser que amas. Señores y señores! Un golpe en la mesa! Es muy duro, hay que leer más de aquello que desconocemos, para qué? para entender y para ser más compasivos, eso que precisamente estamos perdiendo porque lo cambiamos hace muchos megas por tanto ego.

Y hablando de compasión, qué dura es la vida de la memoria, esa que te hace ser consciente, también, de que hay gente que durante un tiempo estuvo cerca y que en el ahora es sólo tiempo que pasa, personas que compartieron nuestra intimidad, nuestros anhelos y secretos y que ahora son extraños, extranjeros, hojas caducas. Es tiempo de otoño.

Duele cuando ves a alguien que antaño fue mucho y ahora no es nada. Incomoda volver a hablar, incomoda intentar retomar, no sirvo para eso, la verdad, prefiero tratar de olvidar; siempre tuve un problema con los recuerdos, creo que los manipulo a mi antojo y que aquello que rememoro  nunca fue verdad, pero ese es mi problema, algo así le ocurría a Steve Jobs, se ve que somos almas gemelas y yo vivía ajena.

Luego están los problemas de la memoria para superar traumas, para salvar escollos, los problemas del rencor, ese veneno que nos muerde a veces y saca lo peor de nosotros mismos, es algo que no me gusta en los otros, es algo que admito que tengo a raudales, es algo que me convierte en otro Yo. Maldito rencor. 

La vida sigue siendo un libro que escribimos cada día, un libro con las páginas contadas, inexactas, a veces caducas, otras perennes, otras cercanas y otras lejanas. La vida puede que pase, pero los recuerdos no.

Termino con algo que roza el cielo, un adagio de Barber que me tiene hipnotizada. Besos mil.


P.d: los viernes por la mañana tampoco son días para publicar.




Lucía Morales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Mi CV está aquí. Dp 124

Estaba tomando cañas, dos puntos No recuerdo la última vez que escribí un Dp, seguramente hace demasiado, demasiado de todo, para ca...