martes, 8 de abril de 2014

Derechos de la mujer. DP 19



Tras miles de años en este planeta, siendo más de la mitad de la población aún se nos sigue juzgando por cada acto que cometemos, y las peores jueces somos nosotras mismas contra nosotras, la culpa no debería ser la que nos acompaña constantemente, debería ser sólo el amor, que es lo que nos mueve.

Estos días está en las redes una lista de derechos de los hijos, preciosa, pero que nos vuelve a poner el listón alto, yo pondré los que hoy pienso que nos corresponden como sexo femenino.

Tenemos derecho a ser madres o no serlo, sin dar explicaciones del por qué de la íntima decisión.

Estamos en nuestro derecho a vivir los años que cumplimos como queramos que sean, las décadas y las velas no deberían marcar nuestro rumbo, repetir ser niñas, adolescentes o extremadamente maduras no va en el carné, va en nuestro yo interior.

También derecho a cambiar de opinión sin darle demasiadas vueltas a la cabeza, hacemos tantas cosas que cometemos más errores de los socialmente permitidos, pero si estoy segura de algo es de que, si de nosotras dependieran los países o gobiernos, a la primera o segunda guerra ya habríamos escarmentado.

Podemos disfrutar de nuestra flor y no, sin imposiciones ni cargos maritales, desflorarnos por nuestros motivos, no por los del sexo masculino, nuestras entrañas son sagradas, somos nuestras propias vírgenes, de otra manera más humana, mezclada con algo de divinidad, esto es sagrado.

Derecho a perdernos cuando no podamos más con la vida, ya que somos las que la damos y quitamos, parimos y amortajamos, a veces pesa demasiado ser tanto y hay que respirar solas.

Derecho a ir con nuestra amigas a hablar de todo, a hacer cosas que antes sólo, de solamente, se les permitía a los hombres, nunca se dice de una mujer, por lo menos no está en los bares o haciendo otra cosa, su hobby no es ese, si, si queremos estar en los bares, es nuestro derecho, igual que lo es acunar a un bebé hasta que se nos caigan los brazos, brazos que nunca caen, fuerza vital nos sobra.

A bailar hasta caer rendidas, sin mirar reloj, sin cumplir horarios, si en casa hay alguien que nos espera y nos quiere, sabrá comprenderlo y respetarnos.

A un abrazo largo, sincero, sin malicias, protector y optimista.

Derecho a ser demonios, a enfadarnos, quejarnos, unas veces por nuestras hormonas y otras sólo por desahogarnos, sonreír siempre nos puede hacer tragar dolores que produzcan nudos dentro que luego nadie sabrá desatarnos, dejar que nos llenemos de nudos es demasiado, a veces nos tienen que ayudar a desatar las cuerdas, amigos, parejas, el mismo cielo o una brisa de verano.

Derecho a la intimidad, cerrar puertas con candado, por mucho que queramos a la familia, hay horas que nos pertenecen para hacer algo por nosotras mismas, ayudar a sacar cosas que tenemos escondidas y que de otra manera podrían encasquillarse.

Derecho a ser artistas, que no se nos compare con obras de hombres, las grandes clásicos son varones y seguíamos entre fogones, pero con la cabeza en cualquier lado.

También derecho a elegir entre dar el pecho o el biberón, sin culpas creadas por la báscula de la farmacia ni por grupos de otras mujeres que tienen esa paciencia que nos raja vivas, todas no tenemos facilidad para dar de mamar, y duele tanto que puede cortar ese vínculo que inventaron, los hijos son de las madres, las que no duermen pendientes de su respiración, de sus mocos, toses y siempre con el termómetro en la mano, cuando el regulador de nuestra mano nos dice verdades, necesitamos que lo confirmen objetos extraños.

Derechos a estar locas, ser raras, y no ser madrespuchero, o que nos encante cocinar emblancos, no todo está en la cocina, no todo, o sí, depende, sin exclavitudes.

A vivir como decidamos.

A no ser víctimas de las modas, no ser supermodelos, pasar ya de dietas, de operación bikini, aceptar las estrías y las arrugas como algo inherente a nosotras, cicatrices que nos dicen que no somos de plástico.

A ponernos pecho o quitárnoslo. Con permiso de la vida que a veces dicta otros caminos y no nos deja elegir soltar o aferrarnos.

A no ser siempre anfitrionas perfectas, es más, a no ser perfectas en nada, la imperfección es el mayor rasgo humano.

Derecho a ser dueñas de nuestros cuerpos, mentes y sentimientos, sueños, anhelos o engaños, a querernos infinitamente y además nos sobra para a todos cuidaros.

Derecho a amar de forma incondicional a quien decidamos, y otras veces odiaros, pero serán aberruntes, nuestro corazón tiene otro tamaño.

Derecho al aborto, cuando es nuestra decisión, a nosotras nos duele, no es algo que se hace sin sentir, lo llevaremos como otra carga, que no nos castiguen por hacernos ese daño, quizá era lo mejor para ese ser que no llegó.

También a sentir una cosa y decir lo contrario, contradecirnos es bello, saber traducirnos es más bello aún.

Es sólo cuestión de tiempo que cada una se encuentre, se ponga sus zapatillas rojas y baile un vals o un tango, no hay nada más triste que una mujer que muere sin haber sido todo lo que podía ser, una mujer o cualquier ser humano.

Hijas, madres, abuelas, tías, primas, sobrinas, amigas, vecinas, nueras, suegras, cuñadas, marujas, profesionales, entrañables, odiosas, enemigas, diosas, humanas, llenas de todo. 

Un beso a todas.


Lucía Morales

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Mi CV está aquí. Dp 124

Estaba tomando cañas, dos puntos No recuerdo la última vez que escribí un Dp, seguramente hace demasiado, demasiado de todo, para ca...