jueves, 6 de noviembre de 2014

La tercera pata. DP 56

Ahora entiendo el significado de meter la pata, dos puntos

No puedes meter tu pata, metes una que te inventas para fisgar en la vida de los demás, la autora Clarice Lispector hace referencia al momento trípode en un libro raro suyo.

No necesito leer más de un folio para entender lo que me sobra muchas veces,  en cuestión de relaciones humanas, esa tercera pata es la que usamos para sentirnos protagonistas de las historias de los demás, ella es la que hace que no puedas escuchar sin opinar, la que  te hace ponerte como ejemplo constantemente, vas, metes esa asquerosa pata que te nació con todo el maldito mal usado ego, y das por culo a diestro y siniestro.
Los padres de tu tercera pata son el ego y la cobardía. 

Sin ella todo cambia, si no me involucro en otros mundos puedo entender la historia de forma real, ya no hay subjetivismos, no eran necesarios, que alguien me diga que meto la pata cuando lo hago, que no siempre me doy cuenta, no puedo dar cuenta, estoy cómodamente sentada en mi pedestal tripodal siendo importante.

Esa acoplada que se siente superior, que aconseja, habla y presume de sus experiencias, que al fin y al cabo, sólo, de solamente, miente, no es mía, no la quiero.

Dice Lispector que hace que no caminemos, y es verdad, cuando uso, usamos el trípode maldito impedimos nuestro avance, o, intentad andar con tres piernas, no, no, tenemos dos, para andar, con la tercera que cuidamos tanto, lo único que hacemos es pararnos, decidimos que estamos bien quietos, al no andar no metemos la pata, pero si no andamos, no hacemos nada.
 La quietud para las estatuas, para las montañas, para el cielo, para un lago, para quien la quiera. 

Prefiero avanzar sin añadiduras que me atascan, que no me dejan entender al otro, a la otra, cruzaré mis dos piernas, cerraré la boca, oiré sin meterme, sin ser protagonista, me despejaré como la x de una ecuación, sólo, de solamente, pero el placer de dejar a las otras personas ser ellas, y tiraré mi trípode falso, por el placer de ser sólo yo, de caminar con mis piernas, correr por donde pueda y si decido ponerme algo que sean alas, para sobrevolar si hace falta, para tener perspectiva, que la pierdo de tanto mirarme sin necesidad.

Dos padres discuten porque su hijo va mal en el colegio, discuten, chillan, se echan muchas cosas en cara, los días pasan, siguen los gritos, ya hasta las madres de los otros son las taradas, pasan los días, el niño llora en soledad, los padres no deciden pararse en segundo, sin culpas, sin patas, sin ser protas, de tanto mirarse entre ellos olvidan al niño, no soportan ponerse un momento en su piel, hacerlo desnudos, sentir su pena y su rabia. 


Lucía Morales

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