martes, 28 de octubre de 2014

Tormenta. DP 55



Estás durmiendo tu congelada vida, engañando al mundo, ensuciando emociones que no saben sentirla.
Los años sembraron desidia, conformismo y cotidianidad aburrida, tu corazón se está helando, tus esperanzas se marchitan.
Al conocerla, mientras otros duermen, despiertas entero, aunque ella se encuentre perdida, sin control de ti mismo te prestas a ser su salida.

No contabas con que ella era tormenta, incontrolable en sus sacudidas, no conocías los altibajos que podrían afectarte si a su montaña rusa subías.
Te hacía estar ebrio de noche y de día, te alimentó de mil cosas que necesitaste enseguida.
Dejaste de oir todo el ruido de los otros para seguirla y seguirla, hasta que tus pasos fueron acompañados de llanto por no poder sumergirla, de ella misma, sumergirla, no puedes cambiarla, ni elevarla, te queda pisarla sin medida.
Mientras la machacas por no poseerla y sigues cubriendo tu piel de corazas y mentiras, ella se sigue ahogando, desbordada a ratos y como antes de ti, confundida.
Lo horrible y lo bello de esto es que tras la tormenta sabes que lo único que hay es una niña.

Guarda lo que te quede, todas tus mujeres, tus palabras de risa, tus promesas de sueños, tus emociones marchitas, robando suspiros para dejar que se quede sin aire y muera deprisa, tírala a la basura, no tienes voluntad para salvarla y es mejor destruirla, cúlpala de tus males, y deja de buscarla en cada esquina.
Nunca podrás olvidar esa preciosa sonrisa, ni como cuando le da el sol de pleno ella brilla, su pelo brilla, tu brillas. Coge una botella de vino, te emborrachas y luego si puedes, brinda.


Lucía Morales.


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