miércoles, 22 de octubre de 2014

Ya no quiero a un malote, llámame Sole. DP 54




Soy Soledad, llámame Sole, punto y aparte

Antes me gustaban los hombres chulos, malos, prepotentes, que destacaban, que miraban por encima del hombro, que con suerte te rozaban, que con algunas copas... te tocaban.

Te tocaban y te besaban, de forma extraña, como si tras meses de no saber que existes, de golpe, te adoran y tal, y una mierda, y otra mierda, que con la adolescencia vas y te crees muchos cuentos, pero los años ahí enseñan, me llamo Soledad, me siento como soy, llámame Sole.

Luego me equivoqué mil veces más, evidentemente era mi escuela, te montas en la moto con cualquier macarra que se siente God y comienzas el descenso de la dignidad primigenia. Te levantas muchas noches con tíos desconocidos en tu cama y por no admitir la derrota, te cuentas una historia acerca de tu apetencia sexual.

Y yo me lo creía, claro, y pasó más tiempo y me casé equivocada, los errores son mis amigos, junto con los rones, y no había noches de abrazos sinceros, ni besos en la frente de protección, ni preguntas de cómo estás hoy cariño? todo eso se quedó en el recuerdo justo con los rones, y el resto de sustancias que embriagaron a la niña engañada, a la joven que se marchita.

Siento soledad, llámame Sole. Los meses se suceden y envidio las parejas que llevan lustros y se siguen cogiendo de la mano, los que se hablan, los que se escuchan, los que preguntan, los que se protegen pese a todo, los sinceros, los que confían, los que permiten, los que sienten orgullo, los que se acompañan en este extraño paseo que llaman vida.

En los bares y en los egoísmos se quedaron muchos, no supieron madurar conmigo, no supieron darme lo que quería, no saben ni sabrán, viven para ellos, son malotes para mi, para las que sienten su nombre solo en la cama, las que se arropan y sueñan con un hombre bueno que las acune, que las busque, que las entienda, no hace falta que sea un príncipe azul, ni negro, ni violeta, al final sólo debe ser bueno, quiero un hombre bueno, ya soy grande.

No me mido por la persona que tengo al lado, no hace falta, no es necesario, ya sé lo que valgo, lo que vales, ya si lo sé.

Cuando sea viejita no me gustaría verme sola, ni acompañada por alguien que no me supo mirar, ni que yo no aguanté mirar día tras día, que no siempre los ojos cuentan cosas que cualquiera entienda.

Donde está el cobijo que esperaba? Quién cuidará de mi? Alguien me regalará flores sin culpa? 


Lucía Morales.


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